Escuela de Ciencias Antropológicas,
Universidad Autónoma de Sinaloa
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El individuo contra el mundo

3/4/2017

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Allen Ginsberg, autor de “Aullido”, apasionado recitador de sus más extravagantes ideas, escribió sobre otro poeta. También extremo. También apasionado. El clásico y novedoso Dylan Thomas. A manera de anécdota, el más reciente premio nobel de literatura Bob Dylan, tomó ese nombre artístico inspirado en el poeta Galés. Retomando. Ginsberg dijo de Dylan (Thomas, no Bob) que su esencia era “el individuo contra toda la creación”. Y sí, leerlo es revisar el diario de viaje de un cirujano de rincones donde (no es que el viento dé la vuelta) más bien se tuerce la corriente, el flujo, el murmullo estrepitoso del agua.

Sus imágenes son particulares, sus palabras son inglés del bueno, no un museógrafo del habla popular como William Carlos Williams, sino un botánico en las expediciones de Humboldt, hermano menor del lingüista Wilhem (yo tendría que saberlo, pero ¡gracias Wikipedia!). Lo más encantador para mí, de Dylan Thomas es sin duda su rebeldía, no ante las circunstancias sino ante la existencia misma de las circunstancias. Coherente con su descubrimiento de la urdimbre de la naturaleza de las cosas, sabiendo de antemano la mano tejedora del amanecer de cada día, se fue alejando hacia la puerta, paso a paso, seña a seña, a hurtadillas (una de mis palabras memorables de lector desde la infancia). Y al ritmo de 18 whiskys por sentada en el mismo bar de siempre, alcanzó la “P” mayúscula en el oficio de Poeta, en el palo encebado por donde nadie sube sino baja. Junto con Rimbaud, José Carlos Becerra, César Vallejo y John Keats (inter alia) se fugó, es decir, se hizo fuego.
Pero ser contra todo no es condición de un momento en la vida donde alguien voltee la carta equivocada, o la correcta, o la carta de la muerte y su guadaña pero interpretada como amor o nacimiento. Ustedes saben. Oficio de gitanos. Al contrario, ir en contra es vocación de caballero sin grutas y sin brujas y sin puentes levadizos. Nadie quiere ya ser rescatado, es patriarcal lo de educar damiselas en peligro, ni abrir la puerta, ni acercar la silla. Nada. Algo habrá para romper ¿no? Algo habrá para reventar como el globo enemigo del niño pirata. Sonriendo en su último instante previo al estallido de su gesto plástico.
Yo me siento contra todo. No obstante, al todo le gusto. Así que cuando apresto la carrera para estrellarme en él como los toros al capote rojo. Me recibe en brazos y me dice bienvenido. Uno de estos días puse en facebook que ya no entendía el arte sin responsabilidad social. ¿Qué es eso? ¿Qué es consciencia colectiva? Si las redes representan nuestros diálogos y memorizan cada una de nuestra opiniones. Sesgan los clamores de la indignación social, avanzan campañas de productos como bolsas y zapatos. Hasta la prostitución cambió de aire en el viento simulado digital y vectorial por el que vuela el pájaro de twitter.
Yo sólo sé una cosa. Quisiera arte para hablar con tono profundo de las noticias que el periódico blasfema, que la tele grazna y que el buzzfeed manipula. Poesía para acordarnos de la muerte, del amor, de la mañana y del mediodía punzante para los vecinos de un canal abierto del desagüe. Narrativa penetrante para nuestra piel que puede resonar con cada puñalada en el asesinato de una joven, estudiante, madre soltera o nerd directo al estrellato en el Google de Los Ángeles. Nuestro rostro capaz de recrear los golpes por amor de una prisión en matrimonio hasta el hartazgo. Poesía para ver, para oír, para enchinar la piel. Quisiera escribir, lo voy a hacer, en cuanto tenga espíritu, un poema a Culiacán, llamarla “la ciudad rosa de celos”, “la perla del pacífico mar muerto”, “el Colhuacan fantasma”. El oleaje despojado de su arenosa ráfaga. A los sonidos de la playa les cambiaron la banda sonora por la banda a secas. Prohibieron los cohetes en año nuevo para dejarnos escuchar las balas.

En fin, resolveré el dilema de la creación en su conjunto. Y de cómo su abrazo de madre sobreprotectora no me deja respirar. Maldita sea la inseguridad que me hace sentir más seguro.


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Desde el cielo

2/26/2017

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     El miércoles pasado viví, experimenté, estuve presente en la sesión del ocaso de la obra de Turrell, The Encounter. Un encuentro, nos explicó el guía, con nosotros mismos, con nuestra propia labor de colorear el cielo. Me pareció una gran idea, semejante a las  meditaciones guiadas por una suave voz a la que confiamos el viaje, proponer variaciones en los tonos de la luz para mantener nuestro interés. La expectativa, según lo narra el video introductorio, es revelar la capacidad de un intermediario, la estructura concebida por el artista californiano, de modificar la forma en la que miramos el cielo.
    Dentro de la obra, una fila de bancas se despliegan a lo largo de su elíptica figura. Podríamos todos sentarnos en ellas y tornar la mirada hacia arriba, a la ventana circular por donde miraremos el cielo durante aproximadamente 45 minutos. El guía sugiere, no obstante, recostarnos sobre el suelo negro de granito. La mayoría lo hacemos. Ya en posición, el optimismo lentamente se transforma en perplejidad, en comentarios mentales (en mi caso) del tipo “¿esto es todo?”, “¿realmente me voy a quedar aquí durante todo el tiempo?”, “¿cómo se van a sentir 45 minutos inmóviles, mirando lo mismo?”, “¿y si yo no veo nada especial? ¿voy a fingir?”. “Esto está super loco”, “¿es arte?”, “no es para mí”.
    Y sí, los minutos pasan larguísimos mientras la atmósfera se torna un reto. Un a ver quién se mueve primero, a ver qué vaticinios se cumplen a cabalidad. Esos que trajeron niños se van a tener que salir. Los gringos no van a aguantar, les gustan las galerías elegantes o al menos que hayan sido hippies, pero se ven fresones… y de pronto, una voz, emergente y permanente dice. Turrell sabía todo esto ¿no crees? ha hecho un montón de estos skyviews ¿no pusiste atención al video introductorio? Entonces… vas o no vas a hacerlo y ya!    Para qué le das tantas vueltas.
    En fin, acostumbrado a observar mi diálogo interno y poder volver a mi respiración con relativa facilidad después de tantos años de practicar Meditación Zen, pasé (después de cerrar el grifo de mi diatriba chismosa y autocrítica) unos 40 minutos maravillado con las posibilidades de la consciencia, de la experiencia, de la percepción. Mientras contaba mi respiración dos dedos debajo de mi ombligo, unooooo, dooooooooos, treeeeeeeeeees... Imagínate, me decía por momentos, si de verdad, como los indios Sioux de norteamérica o los aborígenes australianos, saliera proyectado por ese círculo en el centro de la estructura tipo “platillo volador” y viera todo desde el cielo. El término skyview adquiriría un significado verdadero no “un lugar para ver el cielo”, sino “una experiencia para verlo todo desde el cielo”. Más que la posibilidad, me entretuvo mi convencimiento, mi certeza de una experiencia accesible, inmediata.


Lo recomiendo ampliamente.

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Pienso el rumbo, luego soy camino

2/11/2017

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“Para mí era un maestro en el sentido más noble de la palabra: un maestro por los saberes que dominaba, por la seriedad de sus reflexiones, por la cautela que ponía siempre en no caer en ningún dogmatismo, ni siquiera el de las causas que él mismo defendía.”

Sobre Tzvetan Todorov,
Antonio Muñoz Molina



    Curiosamente coinciden las notas de mi paso por el tiempo (una forma de apropiar este sendero y no decir “el tiempo pasa por nosotros”), en sentido literal notas mentales o escritas en pantalla o con la mano. Coinciden. Es decir vienen doblándose en un mismo sentido hasta parecer la flor cerrada al culminar la cuenta en un atardecer. El epígrafe de arriba fue un curioso despertar a una sola voz, la de todos los creadores reflexivos, hombres de su tiempo y de su espacio. Siempre he dicho lo dicho por Tzvetan. Todo dogmatismo es un error. Una caída. La consecuencia de pulir en demasía el suelo donde piso, una oda al fundamento, un sabotaje en la forma de sendo resbalón y madrazo en seco. ¡Suelo! Podrían gritar algunos.
    Pero del cliché de las caídas nace, como de la costilla adánica el momento de ponerse en pie de nuevo. Así nuevo y nuevamente en pie, podemos elegir otro camino o bueno el mismo si queremos. Eso pasa.
    Hoy estuvimos conversando en Cuadrante Creativo, un espacio presentado como geometría euclidiana pero en realidad orgánico círculo del diálogo. El tema fue activismo y arte o “artivismo” un portmanteau (palabra compuesta indivisible) que representa y habla por las ideologías de los márgenes. Por las causas conferidas a la sombra, desde el centro, de dónde más, desde el poder pues ¿si no cómo le decimos?
    Nuestro intercambio ha sido en sí un estar activos, entre la crítica de todos los discursos y la definición de las palabras, las muestras fehacientes de semillas de cambio sembradas en tierra baldía (en el sentido T. S. Eliot de la frase). El arte comunica, es lenguaje desdoblado, y lenguaje al fin y a los principios del mensaje. Ser activistas es movilizar los cuerpos en su justa polisemia, en colectivo, “el arte por el otro, para el otro, con el otro” dice un gráfico de El Dante y de Gran Om (paráfrasis onírica).
    Y sí, confrontamos la crítica de afuera y desde adentro, desde los márgenes y el centro, la identidad repuesta y la política indispuesta. Occidente, septentrión y meridión. Hablamos acerca de hacer visibles las causas, las vidas, las muertes, las agresiones físicas, la carga discursiva de la rabia. En el fondo coincidimos en valorar, por sobre el baile borroso de las categorías, el hacer y el decir en el sitio donde vale recomponer los símbolos y el rumbo. Las acciones sólo reproducen el fantasma del centro con el rostro del margen si son irreflexivas. La reflexión es ectoplasma puro sin el contacto de las manos que se tienden entre sí, de los pies acompasados en la marcha, de las voces denunciantes y cantantes. Nunca la belleza (a decir de Luis Eduardo Aute) debería hundirse en el asfalto, no hay mejor indicador de la desesperanza del vencido que el despojo del ánima del arte y la poesía de los pueblos.
    El arte es compañía fundamental del caminar pausado y la carrera intensa de las voces disidentes, porque recuerda el error que es la vida sin los colores vívidos de todos los momentos compartidos. Escuchar, sentir, ver el conflicto de los otros abre un nosotros pálido, incipiente, pero con potencial de prender fuego a la ignorancia. No se trata de acabar con nuestros símbolos, se trata de decirnos juntamente “tenemos el derecho a cavar muy en el fondo y cambiar cada cimiento”. Podemos ser y no podemos remediarlo. Pero podemos olvidarnos en el reduccionismo de la identidad pirata de este siglo, que somos y no soy, tan solamente. Y para ser así, en realidad, no se trata de encontrar grandes respuestas sino dejar caer pequeños muros. Como el del Berlín a martillazos, el diálogo asesta varios golpes al encierro, hacer por ti quebranta la estructura del mercado. Hacer por cada uno haciéndolo por todos, deshace la semántica oficial resumida en  “sepáralos y véndeles barreras con la moda y el escándalo del circo”. El yo nunca será otro, mientras todo sea por mí, conmigo y para mí.
Lógica impecable como la de Tzvetan Todorov. Curiosamente el viento mueve en danza a los papeles vagos de mis notas. Parecen la versión minimalista de una coreografía tan clásica como notar de pronto un hilo conductor en nuestras vidas. El dogma es un error mientras la vida acierta a dialogar constantemente. Nada es definitivo. Por eso la foto del agua no fluye entre las rocas, ni el mapa de las calles tiene gente caminando sobre él...


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Nuestro papel en esta oscuridad

2/6/2017

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“Ninguno de los copos de nieve en la avalancha
se siente responsable…”


--Stanislaw Jerzy Lec

Inspirado, o mejor dicho, montado sobre el artículo de Rabih Alameddine en The New Yorker, la excelente revista del New York Times, aprovecho para hilar las ideas revoloteantes de estos días. Estoy de acuerdo con él. Todos los discursos surgidos desde la crítica que no se ve a sí misma hacen el ruido del tic-tac de una lógica rota o un vehículo en rápida fuga de la realidad jodida que arrastra el escape y saca chispas contra el pavimento gris. Palabras más palabras menos, está en el espíritu de nuestra mirada juiciosa la frase “somos mejores que esto”, somos mejores que los hechos, esto nos sucede de manos de ladrones demagogos, de estereotipos violentos, de líneas divisorias.

Igual que Rabih, inmigrante de Líbano, refugiado de la guerra civil y activista, creo en el  urgente llamado a tomar responsabilidad de nuestros actos. Basta revisar la historia reciente de Estados Unidos para darse cuenta, dice, que Trump y su gabinete extremista no son aberraciones, sino productos regulares de la canasta básica de aquel país. Basta revisar la dinámica de nuestras interacciones, el contenido de nuestros discursos, el fiel de nuestra balanza, la brújula guía de cada intención expresada, para reconocer que no, no somos mejores que la discriminación, que el abuso de poder, las mentiras, la corrupción, la violencia y la terrible confianza. Estamos heridos y, como reza el viejo adagio, las personas lastimadas, lastiman (hurt people, hurt).

El llamado a darnos cuenta, copo a copo, el papel jugado en la avalancha, es el necesario despertar. No somos mejores que esto, somos esto. Tenemos lo dado, vivimos lo sembrado. La calidad de cada uno de nosotros es idéntica a nuestras acciones, a nuestras palabras, no existe el idealismo hueco del potencial perdido “México es un gran país en manos de corruptos”, “los mexicanos somos buenos, pero nos tienen oprimidos”, “él es cariñoso, pero no lo sabe expresar”, “me ama, pero no tiene madurez emocional”, “cuando se acabe el estrés, te voy a compensar”, “me importas, pero estoy muy ocupado”, “eres lo mejor de mi vida, pero yo estoy primero” ¿Qué droga en la forma de lo cotidiano nos permite vivir en un sistema de creencias tan contradictorio, tan sin sentido, tan sin consciencia?

Tenemos los que somos. No tenemos que ser así. El primer paso es un crítico salto a la gruta donde Narciso contempla su rostro, alias el siglo XXI. En algunos textos budistas se dice que hay tres venenos: la ira, la ignorancia y la codicia. Lo que esos venenos matan es la posibilidad de caminar todos juntos, en diversidad y empatía, en infinitas distinciones y una profunda comunión. Traducidos a las acciones cotidianas, tenemos tres formas de reproducir violencia, discriminación, resentimiento (el mismo demonio de nuestras heridas y el miedo a ser heridos). Podemos rechazar con ira, agredimos cuando algo es diferente o demasiado familiar. Podemos ignorar  fríamente a quien tenemos a un lado, la indiferencia nos protege de madurar y encargarnos del pedazo de universo que nos toca. Somos una cultura del deseo, al querer peleamos con lo que otros quieren. Codiciamos a alguien y en la búsqueda de tenerlo para no estar solos (para no vernos directamente a los ojos), en la ansiedad de controlar al otro, golpeamos en los límites de la tolerancia cultural y más allá.

Estos canales son la fuente de cada división, de cada asimetría, de cada intento por borrar las diferencias. Por eso siempre repintamos los moretones básicos del débil y del fuerte, nos debemos a ellos, es el miedo el capitán de la nave y la costumbre la marea, la tormenta marítima es mi crisis, cada vez que me acuerdo de mi mortalidad relampagueante.

Podríamos solo aprender a hablar, comunicar y actuar en consecuencia. Desempolvar la consciencia colectiva. Reactivar el sentido del tacto y no combatir fuego con fuego. Pero mientras las voces y las causas, las tuyas y las mías, estén sembradas en el lodo, siempre serán corrientes no potables. Siempre se tratará de odiar a alguien. Ignorar a los demás. Seguirnos codiciando como dadores de placer, felicidad o protección, porque inventamos que tenemos huecos que llenar. Casi todos los discursos son una cobertura del vacío. Salada o dulce o combinada. Pero bah! somos mejores que esto. Si miráramos de cerca, veríamos en esa negra noche intimidante, nuestros párpados cerrados en un clóset sin fantasmas. Solo hay niños que se niegan a limpiar su propio cuarto.


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Viñeta Etnográfica

2/2/2017

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Apegada al silencio, como las Iglesias de todas las memorias, la de Quilá se abría despacio entre las nubes de nuestro propio desvelo. En el orden del olor a cemento domesticado y losas de cerámica fría, entramos para ocupar un lugar en la contemplación sin dueño. Un hombre sesteaba la noche de estruendos metálicos de tambora y luces, sobre una banca de madera, mientras su celular se cargaba colgado con cable blanco de la pared del interior de la iglesia. Lugar variopinto de fieles, infieles, refugiados, conscientes y perdidos, el altar era un muestrario de cada posibilidad de combinar dos o tres tipos de flores en patrones y jarrones de formas chicas y grandes. Espectáculo de tiempo. La historia de cada arreglo, de cada cuenta regresiva, de la elegancia pretendida para la fiesta de la candelaria.

A las 6 de la mañana, un día frío de 13 grados centígrados crudos de invierno en despedida, curtidos por los riachuelos de inmundicia que la calle adornaba como jolgorio restante, como la sangre de un solo estruendo que la noche anterior derramó entre sus mayores explosiones. Una de ellas, la mayor probablemente, las mañanitas a la Virgen tocadas por la banda Tierra Blanca. Tocadas por esa banda, digo, porque se podían leer sus intenciones venerables al estar todos los músicos volteadas a la entrada desde al atrio lateral, con la luna creciente en el cenit y todas las demás bandas tocando al mismo tiempo. Dodecafónica selva. Gritos formados de tubas, percusiones, clarinetes y oboes, un cantante ocasional pero inaudible.

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            Llegadas las 7 am, más personas, menos ruido. Un hombre con medalla al cuello de listón rojo y blanco, uno de otros tres que pude ver, inauguró el rosario en presencia de la Vírgen de casa y la Vírgen viajera (con sombrero distintivo). Cada persona entrante hacia una reverencia de pie, bajando la cabeza y el torso, con las manos cruzadas al nivel de la cintura o a los costados. El padre nuestro cayo como un anuncio de cambio de ánimo en el amanecer de aroma inconfundible. Gorditas de nata, tacos de carne, churros y plátanos fritos, elotes, esquites, rebanadas rojas de salchicha, quesadillas. Todos los puestos dormidos, cubiertos como casas de campaña, las lonas de un solo color o con diseños a go go, estriadas o de grabado en formas geométricas. Si la luz blanca es fundición del arcoiris, esa mañana era baile de toda la comida pasada y presente.


            Después del padre nuestro un ave maría despertó a la banda sola, a cimbrar la madrugada. Entonces el monólogo devoto con ocasionales coros desbancados, de observación participante o de inmersión espiritual, se convirtió en la sinfonia de un compositor anónimo y brillante. Las campanadas de la iglesia en bajo continuo, el rezo en Do Mayor, los metales de la banda en contrapunto. Barroco en esencia, romántico en presencia y contemporáneo en suma. Este concierto involuntario de todas las maneras de festejar  a la patrona de las velas, conjunta realidades dogmáticas y perspectivas alcohólicas con miradas absortas en la tradición sin fondo e intenciones académicas aún con deudas teóricas.

            Nunca hubiera imaginado el baile de la adoración divina, entre un borracho con el rostro de cualquiera y la dama de la oscuridad de oro de la iglesia. En mi imaginario cazador de irreverencias, el silencio era la única respuesta positiva al rezo. Pero en esta dimensión de los excesos, encuentro que el aturdimiento es también una manera de callar. De mostrar respeto.

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Carta a un amigo poeta...

1/26/2017

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Uno piensa que después de tantas acometidas
ya nada duele y sin embargo…
En la vida no debería pasar nada pero todo
está ocurriendo siempre.
Si yo fuera la noche volvería a suceder.

“Secuelas al otro lado del otoño”
Héctor Enrigue


    A la pregunta obvia Héctor ¿por dónde andarás? Le sigue una respuesta incógnita como recargada en un poste de luz, a las tres de la mañana de otro reloj sin experiencia en el cortejo de la noche.


    Tal vez eres el símbolo de la Roma y la Condesa envueltas en humo de azúcar, un poco amargo y sólo un poco cierto. Tal vez ese pasado de viñetas ágiles pero de borrosos bordes, conjuga en ti su acción precaria de mantenerse a flote. Será que a veces sí te extraño.

    La última vez que platiqué contigo, eras un artesano en formación, como si fueras a rentar un local sobre Alfonso Reyes, cerca del Agapi Mu, y vender poemas hechos con pedacería de losas clásicas, a las señoras de polanco que descubrían el kitsch como redescubrir a México pero de importación francesa. Ahora, me esperaba, una edición de antología de tus viajes favoritos por alguno de los círculos de Dante. No te encuentro. El internet presume ser un instrumento de espionaje al alcance de cualquiera. Pero en alguna táctica elusiva de poeta te has cubierto con la manta tornasol de Harry Potter.
    Eres tan algebraico en tu afán de esconder las referencias a todos los rincones sabihondos de tu herraje. Y sin embargo te leo y no hay duda. He vuelto a otras añoranzas y me reciben con figuras de cartón que imitan al pasado y luego caen al primer viento de aceptación ingenua. Nada es cierto Héctor Enrigue. Mi novia de la prepa ya no es ella. En Álvaro Obregón apenas reconozco los caminos de las noches embriagadas de la constelación de calles húmedas y rojas. Pero te leo y encuentro una constante. Como la gravedad, sigues siendo el poeta que sabe caer, sobre los montones de hojas ocre, desparramadas sobre el suelo las ilusiones secas.
     Yo no he podido decir como tú que eres la antártida, un desierto ignoto, un huracán sobre el Caribe, una tempestad en el Índico. Ahora creo tener la edad que tenías tú la última vez que nos tomamos un Lancers en el María Bonita. Sólo quería decirte eso. Aprendo de ti el arrojo de los faros de un coche que ilumina las ventanas en un blanco repentino. No es su casa, está sólo virando en otra dirección. Pero, por un instante, parece que ha llegado para irse.

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De los endecasílabos procaces...

1/18/2017

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La neta quiero un friego de tus besos
envueltos en periódico barato
me gusta hacerle rayas por chingarte
a tus cuadernos que se escriben solos
tosas o grites a media palabra
y no te entienda nada pero mire
como pendejo el lodo de tus labios

Le bajo dos niveles a tu espeso
lampareo que te cargas con estar
tu ser chinga la pupila sin piedad
Ya cáete y rómpete otra estrella china
o estrella una cerveza contra el suelo
o llénate de tierra con alhuates
o atáscate un pastel de los corrientes
que no me alcanza lo que traigo encima
para el sorteo de que voltees a verme

Soy un pendejo que te ve y palpito
como si no hubiera cogido en años

Qué vergas me sucede en el momento
cuando te rascas una vez la pierna
y yo le tomo foto con mi mente

Se me hace bien enfermo que te aprendo
sin tocar y a parte en parte vengo yo
arrancándote pedazos sin pedir

Ten tu espalda cuesta un chingo adivinar
a dónde empieza entre tu piel el tiempo
me quedaba con tus nalgas pero soy
de los que escriben fuera de la raya

te devuelvo toda la caliente voz
tengo la boca seca de aspirarte

Entre tus manos muero derrepente
y estoy bien hostigado de la muerte
solo una cosa y te la digo al chile
tu risa me la quedo para siempre

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Feismodernidad

1/14/2017

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“Mucha gente usa las redes sociales no para unir, no para ampliar sus horizontes, sino al contrario, para encerrarse en lo que llamo zonas de confort, donde el único sonido que oyen es el eco de su voz, donde lo único que ven son los reflejos de su propia cara. Las redes son muy útiles, dan servicios muy placenteros, pero son una trampa.”

Zygmunt Bauman

Los días sin voz pasan por su propia calle, su propia gente, su propia baldía fila de personas sin oficio (porque no lo saben, no porque no lo tengan). Encerrado en la zona de confort (el lugar menos confortable), ese pasillo hacia la oficina es un muro virtual de perfiles con los que no es necesario interactuar. Ese salón de clases es un muestrario de pontenciales argumentos etiquetados con el meme de la apatía, cualquiera de ellos, de los cientos.
El más posmoderno de los trajes es arroparse con la bandera de un estilo hiper-definido, extra-inconfundible. Nadie parece ser el mismo dentro y fuera de las redes. Dónde quedó el glamour de la batalla anarquista, el griterío megafónico de la ideología pura, el controversial arrojo de quien se muestra “como es” en cada uno de sus post y luego en la mañana los saludo con un hola y parece como si ayer no estuvimos condenando las epistemologías carniceras. Liberación. Oxidación. Extremaunción en adjetivos de otro vil recogimiento. Hoy cojo, ayer cogí, mañana cogeré. El prestigio tomó el tren de dos o tres conjugaciones verbales básicas encontradas en los viajes a Bali e Italia de una Julia Roberts terriblemente desencantada.
La zona de confort o el prisionero del espejo. Ocho mil amigos de ahora (ya no los hacen como antes) a una sola voz cantando el himno de “me gusta, me encanta, me entristece, me enoja” como el grito en forma de estadio de la fanaticada utópica del River. La disidencia es un único respiro, pero tomar aire y jadear como los haters ya no se distingue para nada. Al puro estilo de Paz y su sadomasoquismo endecasílabo digo yo: tírenme a matar para sentir un beso. Hagamos cita virtual pero calentemos sillas reales, sudemos vasos de agua con hielo mexicano y anti-gringo, estropeemos una tarde hablando de política de rancho. Si me van a dar por mi lado, sepan que soy redondo. Mejor abrácenme a ver si me abarcan o, al menos, me encaminan.
Algunos gritan para adentro de ese muro que desciende al infinito y caen por el pantano sin preguntas a una soledad sin gente sola. La diabla del XXI, perra y mala pero bien entretenida. Yo quisiera decir que grito para afuera. Hey! dónde están los ladrones ¿quién me ha robado el mes de abril? ¿qué es lo que somos amor? ¿dónde jugarán las niñas? Para alcanzarlos, mis ciento ochenta y tantos amigos incorpóreos, se necesita recurrir al viejo método de echar a perder la relación. De hacer y deshacer los lazos. Es una labor surrealista enmendar vínculos que nunca fueron tales. Barrer el plato roto en la cocina del cuadro al óleo sobre el sillón loveseat de la sala. Indicarle a Dora por dónde se fue Botas con la canasta de fresas para hacer el pastel del cumpleaños de Diego. Y bueno, de todas formas heme aquí, resucitando el género de ensayar unas palabras contra el papel inexistente que me presenta Google Docs para no escribir en nada. Como el terrible extraterrestre que toma la forma de mi padre para no hacerme morir de algún infarto (para algunos sería mejor que se presentara como Dios lo trajo al mundo).

Y por cierto Zygmunt, la verdad, te conocí por feis. Descansa en paz repost de la Babelia. Tu sí sabías a dónde vamos a parar.

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Soneto da la noche

1/10/2017

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¿Cuántas batallas de palabras dulces            Adornan como flores en la cruces
empiezan con la frase te soñé?                       y acaban en la sombra de la luna
Un páramo francés pintando al mundo        donde busco al silencio moribundo
y yo con la mirada en tu vestido                     diez listones para tu piel gatuna

Me esmeraba por el verde de ese abril        A destiempo por tus pies muere el alfil
un mes del calendario de acuarelas             otro mes una cuadrícula imperial
tus dedos ágiles de arroz en calca                la noche de ajedrez que nos desfalca
y mi lienzo de faz iluminada                          con el ansia de tu gesto inmaterial
​

¿Para qué artista de colores vanos               Si oscura brevedad abre tus manos
si tu aliento es simple nota a ciegas?           y el negro es osadía cuando llegas
El viento azusa pájaros sin rostro                 quebrándome el espejo de altiplanos

La morada del sol es una línea                     Nosotros somos íntimos reflejos
de tu perfil horizontal del alba                     Luces de sal sin mar balas de salva
Al despertar muero de sed sin agua           Arena de la noche solitaria



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Una Gota

1/6/2017

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Ella es Ángela. Han pasado siete años. De vez en vez recibo una carta suya, pienso en esos verdes lomos de los montes ecuatorianos. Me hace recordar el olor de una región desconocida, envuelta en la osadía llena de colores de la infancia. A veces, no obstante, la noticia es de la organización que hace los cargos a mi tarjeta de crédito.
A veces, no sé por qué, les cuesta cobrar la mensualidad. Pienso en ella. ¿Le llegará la noticia? ¿le avisarán? Este mes no tienes el apoyo de tu padrino, se olvidó de ti. Por supuesto dramatizo todo el acto. Ella cabizbaja solloza, luego voltea y le dice a su hermana mayor ¿de veras se olvidó de mí?
Luego despierto. Por favor, no puede ser así, tendrán algún guardado en estos casos. Inmediatamente reviso la información de pago y mando algo extra por las molestia que pude haber ocasionado. Hace mucho no le escribo, pero leo sus cartas. Automaticé los montos extras para navidad, pascua y su cumpleaños.
Sí, no soy un buen padrino, mea culpa. Cuando vi las fotos en mi cuenta, en el sitio de la organización, y las imaginé dispuestas más o menos como las he acomodado ahora, una conmoción me abrazó todo. Han pasado siete años. De cariño intermitente, de interés intermediario, de intermedios insufribles (un verano olvidé pagar por cuatro meses). Siete años de hacer a cuenta gotas, pero hacer.
Mi personalidad es más fácil describirla en números que en letras. Soy una secuencia de pares donde cada número es igual al anterior. No hay transiciones finas, hay paquetes entregados, acciones en registros: 22, 44, 66, 88. No existe el polvo incierto de los decimales, ni las fracciones, ni los permisivos signos matemáticos de dudosas restas y apesadumbradas sumas. Es decir, solía no hacer nada sin planear todo el sentido, el inicio y el fin, el balance de ganancias. La contundente ontología del producto.
Poco a poco he caido de la red de la cuadrícula chica donde escribo en apretado español. Ahora, sé cuánto sentido hay en no pensar en nada, como dice Alberto Caeiro. Cuánto sentido hay en cambiar hábitos más que en cambiar rumbos. Diario afán. Cuánto mérito tiene el Guardador de Rebaños. El único misterio es no haber misterio alguno. Quien está al sol y cierra los ojos, empieza a no saber lo que es el sol y a pensar muchas cosas llenas de calor.
La vida es nado. El agua es tiempo. Nuestras brazadas a consciencia y crecimiento. Pasa una eternidad para volver a la más simple respuesta. Nadar es avanzar, respirando. Ni estático ni agotador esfuerzo. La indiferencia y la prisa nos escudan del presente. Salidas rápidas, revoluciones álgidas, quiebres tempestuosos. Escusas temporales. Al fondo, como en un lugar donde la física del ruido es solo un cuento, alguien observa, se mantiene sano y ayuda cuando puede.
La orilla y el punto de partida son el mismo lugar en el que estamos. Hoy agradezco mi pequeña acción olvidadiza, me ha enseñado el jardín de Don Hilario (un hombre sabio que habla con las plantas). Por ese diálogo espléndido que no pretende nada. Cuando la vida escucha.  

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    Yo

    Este blog es para mí una hoja de escritura. Me gusta escribir desde siempre y el tiempo se deja caer de una forma sutil en las palabras. La poesía es mi forma favorita, aunque es cadencia y color más que forma. Un amigo me dijo que había estudiado lingüística para entender poesía, ahora creo que trataba de entenderme a mí mismo para abrirme al verso. Hoy tengo una pasión que rima, opina, se queja y da la vuelta. Bienvenida tu voz en estas frases.

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