
Sus imágenes son particulares, sus palabras son inglés del bueno, no un museógrafo del habla popular como William Carlos Williams, sino un botánico en las expediciones de Humboldt, hermano menor del lingüista Wilhem (yo tendría que saberlo, pero ¡gracias Wikipedia!). Lo más encantador para mí, de Dylan Thomas es sin duda su rebeldía, no ante las circunstancias sino ante la existencia misma de las circunstancias. Coherente con su descubrimiento de la urdimbre de la naturaleza de las cosas, sabiendo de antemano la mano tejedora del amanecer de cada día, se fue alejando hacia la puerta, paso a paso, seña a seña, a hurtadillas (una de mis palabras memorables de lector desde la infancia). Y al ritmo de 18 whiskys por sentada en el mismo bar de siempre, alcanzó la “P” mayúscula en el oficio de Poeta, en el palo encebado por donde nadie sube sino baja. Junto con Rimbaud, José Carlos Becerra, César Vallejo y John Keats (inter alia) se fugó, es decir, se hizo fuego.
Pero ser contra todo no es condición de un momento en la vida donde alguien voltee la carta equivocada, o la correcta, o la carta de la muerte y su guadaña pero interpretada como amor o nacimiento. Ustedes saben. Oficio de gitanos. Al contrario, ir en contra es vocación de caballero sin grutas y sin brujas y sin puentes levadizos. Nadie quiere ya ser rescatado, es patriarcal lo de educar damiselas en peligro, ni abrir la puerta, ni acercar la silla. Nada. Algo habrá para romper ¿no? Algo habrá para reventar como el globo enemigo del niño pirata. Sonriendo en su último instante previo al estallido de su gesto plástico.
Yo me siento contra todo. No obstante, al todo le gusto. Así que cuando apresto la carrera para estrellarme en él como los toros al capote rojo. Me recibe en brazos y me dice bienvenido. Uno de estos días puse en facebook que ya no entendía el arte sin responsabilidad social. ¿Qué es eso? ¿Qué es consciencia colectiva? Si las redes representan nuestros diálogos y memorizan cada una de nuestra opiniones. Sesgan los clamores de la indignación social, avanzan campañas de productos como bolsas y zapatos. Hasta la prostitución cambió de aire en el viento simulado digital y vectorial por el que vuela el pájaro de twitter.
Yo sólo sé una cosa. Quisiera arte para hablar con tono profundo de las noticias que el periódico blasfema, que la tele grazna y que el buzzfeed manipula. Poesía para acordarnos de la muerte, del amor, de la mañana y del mediodía punzante para los vecinos de un canal abierto del desagüe. Narrativa penetrante para nuestra piel que puede resonar con cada puñalada en el asesinato de una joven, estudiante, madre soltera o nerd directo al estrellato en el Google de Los Ángeles. Nuestro rostro capaz de recrear los golpes por amor de una prisión en matrimonio hasta el hartazgo. Poesía para ver, para oír, para enchinar la piel. Quisiera escribir, lo voy a hacer, en cuanto tenga espíritu, un poema a Culiacán, llamarla “la ciudad rosa de celos”, “la perla del pacífico mar muerto”, “el Colhuacan fantasma”. El oleaje despojado de su arenosa ráfaga. A los sonidos de la playa les cambiaron la banda sonora por la banda a secas. Prohibieron los cohetes en año nuevo para dejarnos escuchar las balas.
En fin, resolveré el dilema de la creación en su conjunto. Y de cómo su abrazo de madre sobreprotectora no me deja respirar. Maldita sea la inseguridad que me hace sentir más seguro.